HALLOWEEN

 

Los difuntos merecen un respeto y si se es creyente, añadida oración.Por estas fechas, días de conmemoración consecutiva de “Todos los Santos” y “Difuntos”, la piadosa tradición de recordar a quienes ya dejaron este mundo lleva a visitar cementerios y adornar con flores tumbas,nichos y panteones.

Desde hace años viene arraigando cada vez más,especialmente entre la niñez, juventud y bastantes adultos, la importada moda  “Halloween” con sus horrorosos y grotescos disfraces , divertimentos de mal gusto, cuyos remotos antecedentes celtas son de superchería pagana, convirtiendo la tradición cristiana que nos es propia en tenebroso carnaval prologando, a menudo, en una especie de desenfrenada “ noche vieja”.

La “ empresa exportadora”,con domicilio social anglosajón, abrió en España “ mercado” y pronto brotaron “oficinas de importación”, siendo rápido su progresivo consumo  ante la panorámica de un campo en el que han echado raíces matojos de descreimiento,materialismo y sin razón.

Silvestres hierbajos, abonados con los desperdicios e inmundicias de los genuinos valores trascendentales que, sacrificados y abandonados a la intemperie, suplantados fueron por la podredumbre.

Causa tristeza ver a niños y adolescentes diabólicamente disfrazados, con la complacencia de los padres, compitiendo por alcanzar el trofeo repelente del combinado negro-carmesí.Y estupor, aunque ya nada sorprende, cuando el certamen es promovido por centros educativos.Respecto a las discotecas y similares, como del ramo hotelero y del ocio(no todo/as por cierto), que promueven “noches del terror” o con parecida denominación, estamos ya curados de espanto: el negocio es el negocio.

Cabe pensar que en muchísimas ocasiones, especialmente en el ámbito familiar, no se repara en el trasfondo de ciertos cambios ni se malicia con la adaptación a los mismos, por inconsciencia, irreflexión o simple ingenuidad.

 

En fin, a ver si hay suerte y algún espíritu revoltoso hace que se encienda el televisor y en la pantalla veamos la representación de D.Juan Tenorio (“¡Cuán largo me lo fiáis…!”)