El nacido en Belén no fue un profeta más, sino el hijo de Dios, encarnado en el vientre de la Virgen María por obra del Espíritu Santo. Vino al mundo para salvarnos, redimiendo nuestros pecados con su muerte en la cruz. Sólo desde la Fe se puede albergar tan maravilloso prodigio y la prueba de Amor a la Humanidad. El Padre envió a su hijo, Jesús, para que con sus palabras y hechos fuera la luz que, despertando los corazones de los hombres, alumbrara el camino para seguir sus pasos mediante la Caridad y las renuncias personales, con la convencida Esperanza de la prometida recompensa celestial.
Los ángeles cantaron ¡ Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad !, tras el anuncio del nacimiento del hijo de Dios a los pastores. Con especial emoción lo entona con alegría el pueblo fiel en la misa de Nochebuena al rememorar el magno acontecimiento, alabando, glorificando y dando gracias al Altísimo. Al final de la celebración eucarística, en señal de adoración al Niño Jesús, se besan los piececitos de la imagen que lo representa, entre cánticos de villancicos.
Pese a las diferentes situaciones personales y familiares, y las zozobras sociales que nunca faltan, ¡ FELIZ NAVIDAD ! Que el espíritu cristiano que la simboliza reine triunfante. La dulce sonrisa del Niño Dios llega a todos. Estemos prestos a recibirla y que perdure siempre en nuestros corazones.
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