Dentro del mundo de la "pirula" suele darse una especialidad catalogada como la de los machistas "piruleros", a todas horas maquinando para seducir a mujeres, a las que consideran simples cosas que exhiben sin recato ni pudor, como nuevo trofeo que alivie sus penurias económicas y el desbordado instinto de cintura para abajo de cuya potencia, ficticia o real, presumen, venga o no a cuento.
Lo peor de todo es el reguero de mujeres defraudadas que dejan tras de sí. Creyeron encontrar el hombre de su vida o al nuevo con el que rehacerla, y tropezaron con un fantasma que les hizo perder el tiempo, deviniendo en dañino desencanto lo que fue una esperanzadora ilusión. De algunas de ellas, siempre prestas a buscar el hombre bicoca cual seguro de vida, se puede decir lo de “ fueron a por lana y salieron trasquiladas”.
Con sus hazañas y conquistas pasadas y presentes, repetidamente contadas, colman la paciencia del cambiante circulo social que frecuentan; en él quedan retratados como lo que son. Pese a ello, en ocasiones son soportados con resignación, aunque poniendo en cuarenta la veracidad de lo que dicen y guardando las prevenciones de rigor.
Al igual que el resto del gremio de la "pirula", son mentirosos compulsivos que van a la caza de quienes pueden obtener algo, y, generalmente, maltrabajas que pican por aquí y por allá, incapaces de someterse a la disciplina y la responsabilidad de un oficio, informales, caprichosos, prestos a hacer interesados favores, despilfarradores, fantasiosos que acaban por creerse sus propias quimeras, presuntuosos, extrovertidos, y generosos cuando tienen dinero. Con los años, lo que eran picardías y engaños aislados se convierten en permanentes, y al poco de tratarles quedan al descubierto.
Acuden a diario a algunos bares del entorno en el que viven, en los que se hacen notar e imparten su “magisterio” a voces. Procuran elegir los momentos oportunos en los que siempre haya algún conocido dispuesto a pagar una consumición. Si no lo encuentran, centran sus ojos y oídos entre la clientela para tantear una aproximación con habilidades pillas. Inasequibles al desaliento, siempre puede haber alguien que muerda el anzuelo.
Se levantan todos los días pensando que puede tocarles la lotería, aunque sea la pedrea, sin haber comprado décimo o participación alguna. En un día como hoy, finalizado el sorteo de Navidad, empiezan a extremar el celo para saber si algún conocido ha sido agraciado por la suerte, y poderle sablear.
Al final, todos ellos acaban por ser conocidos en la barriada. A unos les caen bien, los que han salido escaldados procuran rehuirles. En el fondo inspiran pena, aunque se les guarda prevención. Los consejos que se les dan para que cambien su forma de ser y actuar resultan inútiles. Se acaba por dejarlos como casos perdidos, sin posible remedio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario