jueves, 12 de diciembre de 2013

LAS SOCIEDADES ENFERMAS.

 

Un famoso psiquiatra ha dicho que una de las profesiones con más clientela en Europa, en comparación proporcional con las restantes, es la suya. O sea, que abundan los que, por diversos motivos, no tienen el espíritu en paz y están presos de angustias y temores.

Cabe deducir que las razones son varias, pero una de las causas bien puede ser el declive de valores en las naciones prósperas del bienestar, en las que se ha impuesto el relativismo que se centra en lo placentero, lo útil a conveniencia, el fugaz éxito y la negación de lo trascendente. La inhumana competitividad para destacar y triunfar, el no aceptarse cual se es, y la autoflagelación ante las adversidades en vez de intentar superarlas, conducen a la pérdida de la confianza personal y a no desarrollar el potencial de las cualidades del ser humano.

Todo ello crea las sociedades enfermas, y las naciones occidentales avanzadas corren el peligro de caer en dicho mal cuando renuncian a las raíces y esencias que las caracterizan. El abono es a base de la educación familiar y social. Cuando éstas fallan y se rompen los vínculos fortalecedores, muchas personas se ven abatidas. No sintiéndose seguras, son presa de frustraciones y traumas, que la moderna sociedad, con sus contradicciones, ha cultivado.

El mismo doctor decía que la fe y las creencias religiosas refuerzan las defensas contra las dolencias del alma, y producen un efecto balsámico en quien las sufre. Y es que el alejarse de Dios, también es propio de las sociedades enfermas.

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