No somos norteamericanos que hacen piña en torno a sus héroes y caídos. En esta vieja nación, España, se les rinde tributo y después se margina su memoria o se les utiliza en función de intereses políticos y filias y fobias por lo mismo. Sólo una vez, en la reciente historia, se estuvo a la altura de las circunstancias cuando los terroristas de ETA asesinaron, previo secuestro, a Miguel Ángel Blanco: la condena generalizada de tal maldad, que mantuvo a España entera en vilo, y la unidad en el dolor fue la nota predominante, aunque duró poco debido a la parte bastarda de la política.
Mañana, 10º aniversario de la matanza terrorista de Madrid, el mayor atentado en Europa, que se cobró 119 víctimas mortales y 1.858 heridos en los trenes de cercanías a su paso/llegada por la estaciones de Atocha, Santa Eugenia y Vallecas, se celebrarán en dicha Capital sendos actos en recuerdo de la criminal acción, de homenaje y reconocimiento a sus víctimas y un funeral de Estado por los que perdieron la vida en la masacre atroz. Hoy, víspera del fatídico día, ya se ha realizado un acto oficial con las asociaciones de víctimas del terrorismo.
Todo gesto en favor y memoria de las víctimas es justo, pero el mayor servicio que se les podría hacer- a ellas y a todos los españoles- es despejar las incógnitas que sobre el atentado quedan por descubrir y que no quedaron desveladas en la investigación y juicio posterior, sin que ello se pueda atribuir a mala fe o concierto por parte de los servidores del Estado encargados de desenmarañar el tremebundo caso. Siempre podrán quedar flecos por aclarar, pero los esenciales no deben quedar ocultos ni en tela de juicio, y la controvertida sentencia ha dejado alguno en el aire.
El compromiso para continuar investigando todo lo que pasó, por qué, y lo que falta por saber, debería presidir el espíritu de unidad política e institucional a escenificar con motivo del 10º aniversario del 11-M; pero sobrevuela la sensación de que se quiere dar carpetazo definitivo al asunto por ser cosa ya juzgada. Y la sociedad, hastiada y confundida, ha sido desmotivada para exigir que resplandezca toda la verdad.
Lo que no se olvidará, por mucho que se pretenda, es la infame utilización partidista que del atentado terrorista se hizo. La izquierda con formas abyectas e ilegales tomó la calle, incendió los ánimos, desató iras contra un Gobierno desconcertado que informaba con demasiadas prisas más de lo exigible, y al cabo de tres días el partido socialista ganó las elecciones generales contra todo pronóstico. Se dio un vuelco a las encuestas sobre intención de voto y Zapatero empezó a gobernar.
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