sábado, 5 de diciembre de 2020

APRENDICES A PLUMILLA

 Las ideas se nos agolpan, sucediéndose una tras otra, pero hay veces que no nos decidimos a escribir sobre ellas por no repetir los mismos temas. De pronto nos damos cuenta, cuando recapacitamos sobre su contenido, que hemos dejado al descubierto gran parte de nosotros mismos, de nuestros sentimientos, deseos y pensamientos. Son como una especie de autorretrato personal, en el que la foto aparece muchas veces distorsionada, pudiendo resultar que salgamos más favorecidos de como somos, pues las apariencias engañan con frecuencia. Al final nos quedamos a solas con nuestro “ yo “, que ni siquiera aprehendemos en su totalidad, y que consiste en una amalgama de flaquezas y fortalezas, errores y aciertos, presunciones y aseveraciones.

 
Como el papel es muy sufrido, lo soporta todo. A través de él nos desahogamos y opinamos sobre lo poco que sabemos. No siendo profesionales de la pluma, a veces nos preguntarnos ¿ Y para  qué me meto en estos berenjenales ? La respuesta podría ser que lo hacemos por un ideal, por tratar de influir en los lectores. Pero casi siempre al final caemos en la cuenta de nuestra poca importancia, comparados con los que por su profesión escriben muy bien. La mayoría de nosotros somos “ maletillas “ o intrusos al lado de los maestros. Vamos saltando furtivamente el cercado, para echar el capote a una vaquilla que puede entrar o no al trapo. Si nos gusta, seguimos probando secretamente con los becerros en el campo, pero no debemos saltar a la plaza de toros. Las corridas son para las figuras del arte de Cúchares. Tengámoslo  presente: somos aprendices a plumilla.    

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