¡ Vaya engorro si por Navidad
te regalan un jamón,
y no sabes cómo cortarlo !
En busca de establecimiento que lo
haga,
lonchée y envase al vacío,
cargas con la aviolinada pata.
Andas de un lugar a otro
con su molesta pesadez,
esquivando las miradas que
malpiensan:
¿ de dónde lo habrá sacado ?
En los grandes supermercados te
dicen
que sólo lo hacen con los que tienen en
venta,
aduciendo que así lo establece Sanidad,
aunque tú barruntas que es política de
empresa.
Recorres el barrio con el jamón a
cuestas,
cambiándolo de mano o llevándolo en
brazos,
pues él no anda con un solo pie.
Por fin encuentras una carnicería
que presta tal servicio,
pero el precio por hacerlo vale
casi tanto como el apéndice
porquino.
Aceptas pagar lo que sea,
por aliviar tus quebraderos de
cabeza
y relajar los brazos cansinos.
Te dice la dependienta
que apuntado quedas en la cola:
son muchos los encargos iguales
y que vuelvas pasados los Reyes.
Conforme, contestas, no importa no tenerlo
antes.
Liberado sales
del local. Allí quedò aparcado.
De regreso a casa vas repitiendo:
¡ Vaya con el fastidioso regalo,
que al menos no salga malo !
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