domingo, 25 de abril de 2021

VACUNA VÍRICA Y POLÍTICA

  

El Covid-19 está dejando, además de muertes y contagios, muchas secuelas y traumas que afectan al equilibrio psíquico y a la subsiguiente estabilidad emocional. El miedo, el estrés, las experiencias propias y ajenas, así como la quiebra económica y laboral, y las incertidumbres presentes y de futuro, desencadenan ese mal anímico, que se ve aliviado con la administración de las vacunas. Incluso, el hecho de esperar la citación para que sea inyectada, genera ansiedad a los que no la han recibido, pues hay que estar pendientes de la llamada o mensaje al teléfono móvil. La posibilidad de reacciones adversas de la vacuna, muy pocas por cierto y muchísimo menos las graves e irreversibles, generan también cierta preocupación, aun sabiendo que las ventajas superan ampliamente a los escasos inconvenientes.
 
Debería haber también una vacuna contra la crispación y los desabridos enfrentamientos políticos, que originan los posicionamientos extremos y repercuten en la sociedad. La polarización es una triste realidad, que divide a las personas y a los grupos sociales, haciéndoles irreconciliables. Esto se hace más evidente en las campañas electorales, en las que cada partido mantiene su relato propio, sea sincero, falso, tendencioso, bienintencionado o torticero. Se echa de menos la vacuna que prevenga el virus de la confrontación cuasi bélica de la política. El remedio es la democracia verdadera, cuya ventaja está contrastada. Pero hay quienes, invocando tan noble palabra, desvirtúan su concepto, se alejan de los principios que la rigen y quieren implantar e imponer el totalitarismo con su sectario pensar y proceder. Para tal vacuna no hacen falta experimentos científicos, sino simplemente buscar el bien común con rectas intenciones. Reside en el corazón humano, pero muchas veces se prescinde de ella y se opta por dar rienda suelta al virus maligno que anida en las personas.

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