viernes, 24 de enero de 2025

ACONSEJAR

 “ Consejos vendo que para mi no tengo “

 es un dicho popular que mantengo.
 
Muchos más pueden hacer suyo este aserto.
 
Lo importante es la intencionalidad buena
 
de la recomendación, así como el humilde
 
reconocimiento de las limitaciones
 
y fallos del que aconseja; guardando
 
cierta relación con la admonición:
 
“ Haz lo que digo y no lo que hago “.
 
Una de las obras de misericordia espirituales es:
 
“ Dar buen consejo al que lo necesita “;
 
¿ pero qué efecto tendrá si no va unido
 
al personal ejemplo ? El resultado depende
 
de la receptividad a ser aconsejado, su
 
utilidad y decidida decisión de cambio o mejora.
 
La soberbia, la autocomplacencia y los
 
valores contrapuestos son barreras
 
que dificultan el aconsejar.
 
Esta sociedad relativista y hedónica
 
es egoísta; busca vivir el momento
 
y gran parte de ella prescinde
 
de las normas ético-morales,
 
que antes eran asumidas con normalidad.
 
Estamos ante un Mundo complejo y diverso,
 
con límites difusos entre el bien y el mal.
 
El invierno demográfico, las reticencias
 
al matrimonio duradero, a procrear y
 
“ la cultura de la muerte “ conducen
 
al suicidio de Occidente.
 
Pese a estas evidencias, hartamente denunciadas,
 
y otras de menor calado, hay que insistir en el buen consejo.
 
Es también un acto de caridad.

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