La Dana del 29-0 ocurrió haces tres meses,
acarreando muertes y destrucción en pueblos
cercanos a Valencia. Aquello fue un
horror,
que marcará por vida a los que la
sufrieron.
Los muertos, a causa de ella, se
fueron
para siempre; pero quedó la
desolación.
Tiempo tardará en repararse y
reconstruir
lo asolado por la devastación,
y lo que se pueda salvar.
Sobrecogen las imágenes de entonces;
soliviantan el retrato de un “ tercer mundo
“,
que nos transmiten a diario.
Al borde o en la misma indigencia,
muchos de los afectados están.
Reconociendo la solidaridad y ayudas
prestadas,
privadas y públicas, y que se siguen dando,
indigna la confrontación política y el uso
partidista,
a costa de la desgracia habida.
Menos reproches y discusiones.
Urgen la toma de decisiones, las
compensaciones,
los remedios y las acciones
perentorias,
para remediar los males, prevenir y evitar los
efectos
calamitosos que,
pronto o tarde, nuevas y desbordadas
avalanchas de agua, podrían desencadenar.
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