Nada sorprende ya, aunque se reprueben,
las corrupciones, golferías y el
lenguaje
chabacano de los políticos que, en
privado,
manejan con descaro.
A algunos se les coge con las manos en la
masa,
otros les encargan los negocios
raros.
Al final, de un modo u otro, los del sucio
entramado
salen públicamente retratados.
Los políticos honestos y honrados, que los
hay,
y que no han picado el anzuelo que les han
echado,
suelen cerrar la boca, para no perder la
bicoca
con la que alimentar sus bocas.
Hace falta un plus de heroica integridad
que, aunque escasa, también existe,
para reconocer y oponerse a tales
golferías,
arriesgándose a quedar tirado en la
calle,
sin que los “ tuyos “ te amparen.
Es recurrente lo del “ tú, más “,
sea exagerada verdad o mentira,
para justificar las “ mordidas “ y
otras sinvergüencerías recién
conocidas,
obviando que las pasadas fueron
purgadas
y pasaron larga y penosa factura.
De los políticos hay que guardar
una respetuosa distancia,
pero como hacen falta para gobernar
y controlar, convendría conocer
quién es quién y su escala de valores
antes de votar.
En las democracias y en sus partidos,
pájaros y pájaras se suelen colar.
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