“ El maestro ciruela, que no sabía leer
y puso escuela “, es un dicho
popular,
aquí arraigado y en la política
gubernamental
se ha infiltrado; llenándola de “ profesores
”
obedientes y sumisos al “ Gran docente
“,
que en horas bajas está, y no puede
aguantar hasta las cinco sin “ papar
“.
En la “ docencia “ se respira el
desaliento,
estando en vilo por si les salpican
los escabrosos líos conocidos o, por
sin beberlo ni comerlo, cosa difícil de
creer,
se les apea del mullido asiento.
Los “ discentes “, defraudados y escandalizados,
al final de curso van en busca de
otros
centros escolares, sin “ maestros ciruela “
y con “ docentes “ avalados por su honradez y
saber.
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