La gente necesita sentirse querida y
valorada.
Sus sentimientos, encuentros y
desacuerdos
son, a veces, fluctuantes; mostrando
aspectos
parciales de su personalidad, que pueden
ir
mutando con el trato recibido,
circunstancias
sobrevenidas y el paso de la edad.
El “ totum “ personal no es estable
ni, para siempre, perdurable.
Desde que se nace, empieza la cuenta
atrás.
El final es la antesala de la
eternidad.
El “ mas allá “ trasciende a lo
terrenal;
siendo la morada eterna, en la que
brilla
el Amor, reina la Misericordia y se
valora con agrado cuando, aquí abajo,
se prodigó la
buena voluntad.
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