Cuando las bombas explotan
y los ataques se extienden,
se intensifican las reproches
entre los contendientes,
haciéndose oídos sordos
a los llamamientos por la paz.
Cuando la furia se ha desatado,
no importa quién empezó primero
ni las intenciones esgrimidas;
cada beligerante aduce sus razones,
bien o mal argumentadas,
defendidas o rechazadas,
sin que haya coincidencia ni
objetividad
a la hora de opinar y enjuiciar.
Hay que remontarse a los
antecedentes,
para aproximarse a las embestidas
correspondientes, actuales o por
venir,
y si, al final , se concertarán
acuerdos
o se producirá el holocausto
nuclear.
A la vista está el enfrentamiento
bélico
entre Israel, apoyado por Trump, e
Irán;
empeñados los ayatolás persas y
algunos
terroristas islamistas, en enterrar, bajo el
mar,
la Tierra Prometida por Yahvé a Abraham, de la que
“ fluye leche y miel “.
Dejamos la evocación bíblica, para volver al
inicio,
y unirnos al llamamiento del Papa, León
XIV,
en favor de la Paz.
Que reine la concordia y la
hermandad,
desterrando de la Humanidad la
locución
latina: “ Lupus est homo homini “(
Lobo
es el hombre para el hombre ).
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