Buena gente, gente de orden, abunda, tal vez sea la mayoría, incluso entre la juventud tantas veces denostada por desconocida. En todos los niveles se prodiga, pero al pasar desapercibida, por silenciosa y sacrificada, no son noticia. Estas la acaparan los sucesos truculentos, la vida frívola y los malos ejemplos que se dan en todas las esferas. La exhibición de lo estridente, el mal gusto, la real violencia, algunos sangrantes casos de corrupción y de males artes en la política ,como en otros ámbitos institucionales y sociales, cuando deberían ser ejemplos de rectitud a imitar, dan lugar a la desesperanza y no tanto a la indignación por cuanto ya nada parece sorprender.
Conviene tener presente que la gente de bien supera con creces a la mala, para no caer en el desánimo y pensar que todo está perdido. Es precisamente, la buena gente, el vecino desconocido, el barrendero o ejecutivo que comparte barra en el bar para tomar el café de primera hora y tantos otros con los que te cruzas a diario o coincides en el autobús, o los ves, atentos y cumplidores, en sus puestos de trabajo, quienes constituyen esa mayoría silenciosa de buen ciudadano/a. Buena gente es también la que soporta con resignación las penurias de crisis y paro, sea empleador, empleado o sin trabajo; los que llevan una sonrisa o palabra de aliento y consuelo, los que comparten lo suyo con los más necesitados, los que lloran a solas las desdichas como desahogo para el nuevo renacer, los que discretamente abren sus corazones, los que extienden la mano , quienes te miran con ojos comprensivos, quienes devuelven mal por bien, los incapaces para el odio y prestos al amor,…
Tanta buena gente constituye un ignorado muro de contención, un factor convencido de equilibrio para que el ser humano lo siga siendo y no se produzcan explosiones sociales. Conviene pues prestar atención a la buena gente, al fin y a la postre es también humana y aguanta pacientemente. Que no llegue la última gota que desborde el vaso.
Existe gente decente, en todos los lugares, de diferentes edades y sexos, sólo que quizá hagan más ruido las maldades de unos que las buenas acciones de otros. Sería bueno también, aprender a ver, a mirar, con otros ojos, no con los ojos terrenales que se nublan entre tanto materialismo y falsedad. Aprender a desquitarse de tanta fachada, y simplemente aprender a ser, mostrándonos como somos. FELIZ AÑO!
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