viernes, 4 de marzo de 2011

DA PENA…Y DE PENA

 

Da pena este hombre, no parece que esté bien y no deja de ser uno de los síntomas la obsesiva evocación a su abuelo, el capitán Lozano, que si no fuera por el respeto que merecen los difuntos, daría que pensar si estamos ante un sosias de Heidi cantando lo de “abuelito dime tu…”. Lo malo es que tiene a su cargo la gobernabilidad de España que la está dejando “como unos zorros” y esto sí que es de auténtica pena. La dolencia de aquel, largamente larvada durante años en la nadería, salió a la luz al poco de alcanzar la presidencia del Gobierno y el virus portador de complejos,resentimientos y mesiánica megalomanía, ¡ vaya que nos ha infectado y afectado!

El tratamiento personalizado de Rodríguez Zapatero puede poner remedio  a sus  males, bien accediendo motu propio ir al especialista, ya a petición de la familia socialista o por exigencia de la voluntad popular. Precisa  cuidados en apacible, reposado y aireado ambiente de retiro que favorezca la reparadora terapia. Más problemático, reto para titanes, será el acierto en las recetas a prescribir y aplicar para erradicar la pandemia que nos ha dejado como regalito y lo que queda por testar.

ZP nos conmueve, duele y arruina, pero no por maldad, tiene su trasfondo de “buenismo” redentor. Por contra y ahora en serio, no merecen conmiseración los bichos( y bichas) que, jaleándole, avivaron el fuego del desatino y la destrucción con abaniqueos impulsados por distintas intenciones, todas ellas viles y aviesas. Cierto es que, a diferencia de los anteriores, muchos le auparon, “sin conocer el percal”, por convencido partidismo o ideología, por aires de cambios;en fin, lo que suele motivar el voto o hacerlo oscilar y bien arrepentidos están.

Bichos y bichas los hay en todas partes, no es un patrimonio socialista, aunque difieran las proporciones. Lo perverso es que “crean escuela”; el mimetismo de la “mamandurria” trepadora, de la pronta sonrisa, abrazo y beso fácil, prestos a la puñalada trapera. No hay que extrañarse de la baja valoración que arrojan las encuestas sobre la clase política. Y esto si que es verdaderamente una pena, porque gente competente y honrada la hay, necesitamos creerlo, ya que  la  precisamos para que, gobernando en orden al bien común, sean los primeros servidores.

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