Han pasado los días sin que el Ministro de la Presidencia, Ramón Jáuregui, se disculpe o pida perdón por haber dicho, en un acto del partido socialista celebrado en Castellón el día 20 del actual mes, que en la Comunidad Valenciana se vive en una “tierra políticamente hostil”. Los medios también recogen las protestas del Presidente de aquella Comunidad, la Alcaldesa de Valencia y otros cargos populares, por el falso y malicioso exabrupto de Jáuregui que, por otra parte, tampoco es de extrañar conociendo su camada política, a cuyos lomos cabalga desde al menos 35 años, todos ellos viviendo a cuenta del erario público.
El término hostil, equivalente a enemigo o contrario, y la traslación que hizo al país vasco al afirmar, según recogieron los medios, que en él “otros socialistas también han tenido que partirse la cara para defender el socialismo y han dado su vida para defender la libertad…”, aún siendo verdad, eleva el dislate a canallada por reduccionista y equiparación indirecta y subliminal del adversario político con ETA. En la contienda política no hay licencia para ciertas exageradas barbaridades como las insinuadas.
No hace falta recordar, por desgracia, que el terrorismo vasco independentista de ETA ha ensangrentado toda España, cebándose con gente de toda condición y clase por la simple razón de no considerarla de los “suyos”. No queremos ser crueles recordando tiempos pasados en los que la complacencia de socialistas con ETA, o al menos cierta comprensión, fue evidente (ETA ven y mátalos, corearon en muchas manifestaciones).El que fue Ministro del Interior con Felipe González,Barrionuevo, tuvo un gesto de sinceridad cuando dijo hace años: “Nos equivocamos cuando en el pasado apoyamos a ETA”. En fin, dejémoslo estar y no removamos turbios pasados.
Ahora bien, con tal calificativo y extrapolación, no ha ofendido solo a los valencianos si no al resto de españoles, de buena crianza y corazón abierto, que sí vemos y padecemos beligerante hostilidad desplegada contra: la unidad de la Patria, el castellano o español, la vida (con el asesino aborto), la religión católica y sus símbolos, la libre elección de enseñanza, las tradiciones seculares arraigadas en el pueblo, la legítima discrepancia, las víctimas del terrorismo, la libertad y seguridad jurídica, la historia, etc.... ¿Seguimos?
Ramón Jáuregui, por militante activista encumbrado, bien sabe dónde mora la hostilidad, en su entorno maledicente; que no vaya a buscarla en tierras levantinas. Tal vez a alguien se le ocurra declararlo persona “non grata” y le toque “quedarse a la luna de Valencia”.
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