Ocasionalmente, un reducido grupo de amigos y conocidos compartimos mesa y mantel. Siempre hay un pretexto para sentarnos junto a la mesa y dependiendo de cómo andamos de bolsillo se elige el restaurante. Últimamente, por lo de la crisis, se procura apalabrar un menú asequible al bolsillo o directamente se opta por el baratito del día. Previo al chupito final, se repite un ritual que prevalece sobre las eventuales discrepancias que pueden surgir al tratar de temas varios.
El oficiante del mismo no puede negarse al requerimiento de los demás comensales; es más, lo echaría en falta. Por ello no duda, ante la primera cortés insinuación, levantarse copa en mano, invitar en voz firme a ponerse en pie, posición que es adoptada por todos, y en marcial voz recitar el siguiente brindis:
“Por España; y el que quiera
defenderla honrado muera;
y el que traidor la abandone
no tenga quien le perdone,
ni en tierra santa cobijo,
ni una cruz en sus despojos,
ni las manos de un buen hijo
para cerrarle los ojos. “
Tras el brindis, cerrado a coro con un ¡VIVA ESPAÑA!, y seguida ingesta del chupito de un solo sorbo, estrechar de manos y un ¡hasta la próxima, que sea pronto!.
El recitador del brindis nos dijo en una ocasión que, coloquialmente, era conocido como el brindis del Capitán y está recogido en una de las novelas de Arturo Pérez-Reverte sobre el Capitán Alatriste; explayándose en detalles que no retuvimos por estar ocupados en hacer la recogida para pagar a escote.
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