En el libro del Génesis se narra que Dios –después del pecado de Adán y Eva-, dijo al hombre: "Ganarás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la tierra, de donde fuiste sacado. ¡Porque: eres polvo y al polvo volverás!". Sin contradecir a Dios, Él nos libre, ni osar introducirnos en conocimientos e interpretaciones sobre las Sagradas Escrituras, pues no pasamos del Catecismo, vemos que:
Hay quienes comen el pan y sabrosas viandas a costa del sudor de los demás.
Los hay que, tumbados a la bartola y al cobijo de la sombra, esperan al sudoroso que les lleva el pan.
Otros, por ir permanentemente tras el contaminado polvo, ponen en peligro su pan.
Una gran mayoría, a base de sudor y lágrimas, consiguen llevarse a la boca un trozo de pan.
Ingentes personas, de tanto sudar en busca de un cacho de pan, quedan deshidratas sin haber hallado simples migajas.
Abundan quienes, a diario, andan inquietos ante la incertidumbre de quedarse con su bien ganado pan.
Hay almas caritativas que alivian las hambres de muchos que se han quedado sin pan.
No faltan quienes de la necesidad hacen virtud, y buscan refugio al amparo del olvidado mensaje: “no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”
Pese a todo, no hay que perder la esperanza terrenal pues, como repetía Camilo J. Cela, “En España, quien resiste vence”, y resistir es el paso previo para lanzar el ataque que nos lleve a reconquistar posiciones perdidas. Actitud compatible con pedir al misericordioso Dios, quien quiera hacerlo,:“el pan nuestro de cada día, dánosle hoy…”
Lo que no podemos evitar es volver a ser polvo y, llegado el momento, la parca no distingue. Nada material nos llevaremos salvo, a título de inventario, lo labrado por la conciencia: el bien y el mal hechos. Allá arriba no hace falta el pan.
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