Estaba uno frente a la pantalla en blanco del ordenador, sin decidirse sobre qué escribir, si hacerlo o no, sopesando si abordar el peligro que representaría un Irán con capacidad armamentística nuclear, en especial para Israel, cuando suena el teléfono. Al otro lado de la línea una entusiasta voz anuncia que, en breve, irá en peregrinación parroquial a Tierra Santa y que está ansioso de que llegue el día previsto para, por fin, poder realizar su sueño: pisar y ver por donde anduvo Jesús.
Le felicité por haberse decidido, asegurándole que no regresaría defraudado. Sería una vivencia imborrable, sentiría emociones indescriptibles y le ocurriría lo que pronosticó el sacerdote-guía cuando hice tal peregrinación( ver la entrada de 17-Mayo-2010 "La Bandera peregrinó a Tierra Santa"): " Dios tocará a cada cual en el lugar y momento oportunos".
Efectivamente, de modo especial e intenso, se desbordó la emotiva complacencia, con palpitante sofoco del alma y de modo repentino, en dos de los muchos lugares sagrados visitados : ante la gruta de la Anunciación en Nazaret y mientras guardaba cola en la Basílica de Belén a la espera de poder penetrar en el lugar del Nacimiento.
Observé que los demás miembro del grupo tuvieron sus momentos de " especiales toques"; incluso el sacerdote-guía en el lugar de la Santa Cena, después de haber hecho más de cincuenta viajes y pasado allí alguna larga estancia. Lo cierto es que al regreso nada es igual y con frecuencia acuden los recuerdos y el salmo que reza:
“…Si me olvidare de ti, oh Jerusalén,
Pierda mi diestra su destreza.
Mi lengua se pegue a mi paladar,
Si de ti no me acordare;…”
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