Pronto ha empezado a dar la primera campanada desentonada el flamante Ministro de Justicia, Gallardón. O séase, la particular "gallardonada" al declarar, respecto al matrimonio “gay”, que no existe ni aprecia causa de inconstitucionalidad, aunque se cubre diciendo que el criterio de su partido y del Gobierno es estar a lo que diga el Tribunal Constitucional.
Resulta que su partido, cuando estaba en la oposición, presentó recurso ante dicho Tribunal y ahora, ya en el Gobierno- ante esa personal incongruencia-, no rechaza sin ambigüedades tales manifestaciones, limitándose, como no podía ser de otra manera, a acatar lo que resuelva el citado Tribunal; Institución ésta que tan receptiva se ha mostrado a “ sugerencias” gubernamentales en ciertos casos de notoria importancia, como ha evidenciado en su trayectoria.
Dado que “nadie da puntada sin hilo”, especialmente en eso de la política, cabría pensar que el flamante Gallardón ha sido el encargado de “dar aviso al navegante”, marcándole el rumbo; o que ha actuado por libre, dándose otra pincelada de barniz “progre”, con vistas a un lejano futuro relevo al frente del Gobierno de la Nación.
Para descartar la suposición primera y no andarse con medias tintas, bastaría iniciar el trámite para derogar la ley sobre el matrimonio “gay”. Ante el segundo supuesto, Gallardón estaría haciendo el boceto de un castillo a levantar sobre arenas movedizas y no con los millones de fieles votos peperos.
Como para el mero espectador es difícil acertar sobre intríngulis políticos, no cabe descartar que, con tantos frentes abiertos, no se haya diseñado la definitiva estrategia y con diferentes tácticas voluntariosas se quiera reconstruir la destrucción causada por el adversario derrotado. Si así fuera, es cuestión de concluir ya el plan a seguir, poner orden en las filas y, a la voz de un solo mando, actuar organizadamente y con unidad de criterio en la comunicación. Los llaneros solitarios para las películas del Oeste.
La unión de hecho, en mutuo acuerdo, de parejas homosexuales y los derechos y obligaciones subsiguientes a tal compromiso, puede articularse jurídicamente bajo diferentes denominaciones; pero en ningún caso denominarse matrimonio, nombre e institución reservados tan solo para hombre con mujer y viceversa.
Es tan de sentido común, conforme al derecho natural, al positivo rectamente dictado, a la naturaleza humana, historia, etc. que no vamos a reiterar los autorizados argumentos ajenos, sobradamente conocidos, acerca del concepto, la esencia y finalidad del matrimonio; siempre entre personas de diferente sexo, cualquiera que sea la fórmula que lo regule.
Respeto total a las personas y a su dignidad, sin discriminación por cual quiera que sea su orientación sexual; pero a cada cosa su justo nombre, no confundamos términos ni desorientemos al personal.
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