Los dos principales partidos, PP y PSOE, andan de capa caída, sin rumbo cierto, llevando sus discrepancias y enfrentamientos más allá de la normal confrontación política e ideológica, en una especie de carnaval en el que todo disfraz y ropaje valen como vestimentas con tal de alzarse con el poder o mantenerse en él, mientras el país se parte, las Instituciones están bajo sospecha, la pobreza se extiende, la corrupción ha tomado carta de naturaleza y la ira del pueblo pudiera devenir en incontrolable.
Todos los partidos tienen vergüenzas que tapar e indeseables en sus filas que empañan la honorabilidad del resto de políticos honrados. Algunos partidos de nuevo cuño puede que no estén contaminados, los filoetarras blanqueados llevan el germen del mal que les fue inoculado a pronta edad, y ¡vaya cosecha! la recogida.
Los dos principales partidos, si aparcaran sus diferencias y, en un gesto de elevado patriotismo, se comprometieran a preservar la Unidad de España, a llevar a cabo la cacareada e incumplida regeneración, la reconducción del desmadre autonómico, el adelgazamiento de las Administraciones,…y, en definitiva, lo que el mayoritario pueblo decente demanda, tendrían abrumador respaldo. De no ser así, el declive de ambos está cantado.
Tenemos un Gobierno al que le ha tocado la peor coyuntura en muchísimos años, trabajando a marchas forzadas en diferentes frentes abiertos, y con amplia contestación popular por muchas de la medidas adoptadas. Enfrente tiene a una oposición, especialmente la socialista, que no le da tregua alguna ni le deja respirar, cuando tanto tiene que barrer en su casa y callar.
Ante ello, parece razonable desear que Rajoy nos saque cuanto antes del atolladero y se deshaga de los garbanzos negros, y que Rubalcaba deje de maquinar maldades y enredar. Lo primero tal vez sea posible con el tiempo y si le dejan; lo segundo es iluso esperar, perdura el ancestral genoma de la izquierda: la derecha no tiene derecho a gobernar. Mientras en gran parte del común va calando lo de todos son iguales, aún queda gente que sueña y trabaja por un noble ideal.
La gente, escandalizada, empobrecida y defraudada, no aguanta más. Se puede salir del atolladero, rectificando y enderezando con hechos palpables las indeseables situaciones producidas; siempre hay interesados en prender la mecha del descontento para producir la explosión social, y esto se puede evitar. Hace falta el querer patriótico si no se quiere llegar al límite de un país cainita e ingobernable.
Si en el tradicional ritual de los miércoles de ceniza( mañana lo es), se decía al imponerla : " recuerda que eres polvo y en polvo te convertirás", no se entiende que ciertos hombres anden con querellas partidistas y desmanes mientras el común, atónito, anda desorientado al ver que algunos hacen de la vida un continuo carnaval. Debe de ser el sino de la historia del hombre, aunque, como el futuro no está escrito, todo podría cambiar si los que pueden promover una nueva andadura, arrepentidos y sin disfraces, quisieran caminar juntos entre los peñascales que tantas heridas causan en quienes se ven obligados a ir descalzos.
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