El 23-F fue un intento de enderezar el rumbo de la Nación en 1981, con medios y procedimientos equivocados, protagonizado por militares que creían que contaban con el respaldo de su Jefe Supremo, el Rey, con entresijos ocultos e interrogantes aún sin desvelar. Eso fue la cosa y mejor dejarla estar así. Para quien no conoció aquello y el contexto en el que se produjo, puede bucear en la abundante bibliografía, hemerotecas y el material audio visual existente, si está interesado en ello.
Entonces, la pregunta corriente a nivel de calle era :” ¿ Qué hace el Ejército, a qué espera?”, seguida de “esto no puede continuar así”. Algunos políticos de distintos colores se rasgaron posteriormente las vestiduras, cuando antes, en conspiraciones de mesa y mantel, maquinaban por un Gobierno de concentración previo desalojo del Presidente Adolfo Suarez que tenía su peor enemigo dentro de casa.
Los medios estaban al tanto, recogían descontentos y los crípticos mensajes del despertar de nueva primavera en flor, anticipándose el toque de timón ante la dimisión de Suarez que perdió el favor real, y por los híbridos cultivos conspiratorios en invernaderos a distintos grados de temperatura. Los oídos y antenas del Estado eran conocedores de los diversos tejemanejes y actuaron como injertos para controlar los diversos valles del Jerte.
Todo el mundo vio lo que pasó en la sobreactuación en el interior del Congreso; hubo que cancelar la película y retirar a los actores por no ajustarse al guión. El propio Tte. Coronel Tejero, sin pretenderlo, facilitó el final de la filmación al ver una lista con nombres para formar un nuevo Gobierno que no le cuadraban.
Algunos de los principales involucrados ya descansan en paz, otros en el ostracismo obligado o voluntario, o en discreto retiro; pero los militares, implicados o no en el golpe, comprometidos con el juramento prestado al ingresar en la milicia, esa tarde-noche actuaron según creyeron cuál era la voluntad tácita o expresa del Rey. Cuando éste habló por la pantalla, los más recelosos y dubitativos le obedecieron al escuchar su inequívoco mensaje, leído desde y en libertad, acabándose las especulaciones sobre posiciones cambiantes que circulaban. Tejero no desistió hasta la mañana del 24, después de firmar el “pacto del capó”.
Para nada valió aquella fallida operación, ni la advertencia del Rey a los principales dirigentes políticos al día siguiente. La situación en España, con el paso del tiempo, ha devenido a peor. El Rey le dijo esa noche a Jordi Pujol :” Tranquilo, Jordí”. Calaron estas palabras y, tranquilamente, entre tirios y troyanos han dejado España hecha unos zorros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario