No vamos a profundizar sobre el Debate de la Nación iniciado hoy en el Parlamento, en el que los diversos intervinientes procurarán quedar bien y, para ello, algunos se habrán preparado a conciencia lo que tengan que decir. Ni ha terminado, ni dominamos la materia; solo sabemos lo que el común: que la situación es pésima, la mayoría sufrimos sus consecuencias en mayor o menor grado, y va para largo. Ya vendrán los analistas políticos y los respectivos corifeos de los partidos con sus opiniones.
Sólo decir que por primera vez, y sin que sirva de precedente, hemos escuchado por radio, con los auriculares puestos, un debate de tal guisa; en este caso, la intervención del Presidente del Gobierno, Sr. Rajoy, que nos pareció bien construida y convincente, para hacer más llevadero el paseo en una soleada mañana. Si le entendimos bien, el Sr. Rajoy expuso lo siguiente:
Sus prioridades sobre el galopante paro, la reducción del déficit, el estimulo para el crecimiento, nuestro ensamblaje en la Unión Europea y la apuesta por su fortalecimiento,…, desgranando las medidas adoptadas y en proyecto para conseguir todo ello. Reconoció el incumplimiento de promesas electorales, debido a que el déficit que se encontró al asumir la Presidencia del Gobierno era mayor al declarado por el anterior Gabinete y la no reacción de éste a su debido tiempo. Por ello, abandonando programa, optó por el deber como Presidente de la Nación, imponiendo los durísimos recortes e iniciando las reformas que la situación requería para que España pudiera salir del grave atolladero, y en tal empeño continuaría. Apeló al final a un acuerdo contra la corrupción, especificando las medidas para atajarla, sin excluir otras aportaciones, y al cumplimiento de la legalidad, que su Gobierno defenderá, en clara referencia a las consultas y desafíos independentistas que no precisaban de mayores entendederas. La Constitución es el marco al que hay que ajustarse, hasta para su reforma.
Coincidieron inicio y final del paseo con el de la intervención de Rajoy. Serán dos días de debate, demasiado para el cuerpo y el espíritu; nos conformaremos, y ya es mucho, con las opiniones encontradas que recojan los medios. Quienes tienen que solucionar el lamentable estado de la Nación y de los españolitos son los gobernantes y políticos que para eso les pagamos, para arreglar problemas y no para crearlos.
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