domingo, 17 de febrero de 2013

DE ERRATAS.

 

 

En la lectura de la prensa se suelen detectar gazapos que suelen obedecer a las prisas y exceso de confianza del que escribe. Una revisión del texto, antes de ser publicado, permitiría descubrirlos y corregirlos, y nos encontrarnos, a título de ejemplo, el leído hace unos días en el apartado dedicado a efemérides que, bajo el título de “ hace 140 años” y encabezamiento “ El Congreso y el Senado asumen el poder y nace la efímera I República”, relataba lo siguiente:

“Tras la fuga de de Isabel II en 1968, el Gobierno buscaba un rey demócrata, puesto que la constitución de 1969 establecía como forma de Gobierno una Monarquía Constitucional…Amadeo, duque de Aosta, que acabó convirtiéndose en peculiar rey elegido por el Parlamento español en noviembre de 1870…y acabó desistiendo en febrero de 1673”.

Como se puede apreciar a simple vista, el reloj del tiempo anduvo disparatado y no hubo relojero que ajustara el calendario. Que quede como simple anécdota, subsanable por la benevolencia del lector hacia quien escribe deprisa y corriendo, guiado por la rutina y el acelerado frenesí por ser puntual con la rotativa.

Al fin y al cabo se trata, en el caso descrito, de perceptibles erratas que por evidentes no cabe atribuir a ignorancia del autor. El desaparecido corrector de estilo las hubiera detectado con un simple vistazo, pero da la impresión que con la crisis de los medios escritos se ha optado por prescindir de él.

Lo que sí importan son las erratas de la vida cometidas por el ser humano. Cada uno es consciente de ellas y el corrector, si se quiere, es uno mismo, no hay que contratarlo; si acaso, escuchar las orientaciones desinteresadas de quien puede ayudarte a descubrirlas y señalarte el camino de la rectificación. El seguirlo, o no, depende de la receptividad y libre predisposición de cada cual.

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