Ha hecho bien la Infanta Cristina en no recurrir el auto de imputación dictado por el Juez Castro, y al decidir personarse en el Juzgado para prestar declaración. De haberlo hecho así anteriormente, no habría dado carnaza a quienes la condenan de antemano y pretenden, con el llamado asunto Urdangarín, erosionar la institución monárquica; aunque es ésta la primera que debe extremar el celo para preservar su buena imagen y prestigio actuando con ejemplaridad.
En la familia real, como en todas las familias, pueden surgir problemas; pero ello no justifica el espectáculo circense y el ensañamiento morboso que algunos protagonizan cuando trascienden. Ante la próxima comparecencia judicial de la Infanta, empezó la polémica sobre si debe hacer el "paseillo" antes de acceder al edificio que alberga los juzgados. Hay quienes disfrutarían viéndola caminar sobre la rampa que a ellos conducen, y alcanzarían el clímax si oyeran un trasfondo de iracundas voces.
Salvo que razones de seguridad lo desaconsejasen, valdría la pena que lo hiciera con su natural porte para no dar nuevos pretextos a los carroñeros. Lo importante, en tal ocasión, es lo que responda al Juez y a las partes. Como a todo imputado, le asiste la presunción de inocencia; puede negarse a declarar en todo o en parte, no está obligada a hacerlo en contra de su esposo ni a incriminarse.
Con todo, y pese a que no es un plato de buen gusto, sabrá estar en su sitio: dentro y fuera del juzgado, con " paseillo" o sin él.
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