“ Mientras yo sea presidente del Gobierno, ni se celebrará ese referéndum que algunos pretenden, ni se fragmentará España. Que quede claro”. Eso afirmó ayer, tajante y claramente, Mariano Rajoy, durante su intervención en la convención del PP de Barcelona.
¿Mantendrán lo mismo los sucesivos presidentes que habrá en el futuro, cualquiera que sea su color político? Esa es una importante cuestión, dado que las aspiraciones secesionistas no cesarán y los nacionalistas son persistentes e insaciables. Sus dirigentes y voces más destacadas pasan y se relevan con los años, pero la sembrada semilla separatista ha ido creciendo con el paso del tiempo.
Los principales partidos nacionales, PP y PSOE, y aquellos otros que defienden la indisolubilidad de la nación española, deberían pronunciarse conjuntamente y al unísono al respecto, con el visible respaldo del Rey, garantizando y asegurando que cualquier eventual reforma constitucional no afectaría a aquélla.
Tal compromiso debería ir acompañado de gestos que despejaran cualquier sombra de duda, y uno de ellos podría ser una declaración conjunta, sin fisuras ni ambigüedades.
Es responsabilidad del Gobierno de turno el desactivar los intentos secesionistas y la cizaña educacional que los ha fomentado; pero precisa del concurso de los restantes partidos que se guían por el mismo propósito de la unidad de España, construida desde hace siglos. Es la nación-estado más antigua de Europa, cuya continuidad no puede quedar al albur de oportunismos políticos ni legales.
Sería la forma más eficaz y menos traumática para todos, de ahora y de futuro, para asegurar, unidos, una convivencia en paz y en libertad. Lo de las consecuencias económicas dañinas para todos los españoles, catalanes o no, que implicaría una hipotética independencia de Cataluña, son ciertas; pero esto, aunque grave, es otro asunto de mucha menos entidad.
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