Lo que se avecina es imprevisible. Se puede anunciar o sospechar, pero depende de tantos factores, muchas veces no controlables, que siempre queda un margen para la duda. El futuro- a nivel personal, nacional o mundial- no está escrito. Se pueden constatar las diferentes realidades actuales, indagar y enjuiciar las pasadas, y hacer pronósticos- optimistas o pesimistas- de lo que puede acaecer más adelante, que pueden cambiar a mejor o peor- con el paso del tiempo- por distintas circunstancias. Éstas abarcan un campo amplio de posibilidades, ajenas a la acción del hombre o provocadas por ella.
La naturaleza sigue sus tiempos, ciclos y se rige por sus propias leyes, pero la actitud humana- benéfica o depredadora- puede modificarla o alterarla. Las sociedades, por lo general, históricamente avanzan en lo que se llama el estado del bienestar y el progreso- sólo algunos núcleos permanecen estancados en condiciones paupérrimas y en sus costumbres ancestrales-, y las civilizadas se convierten en más confortables o retroceden temporalmente. Imperios que fueron ya no son, y son sustituidos por otros.
Los descubrimientos científicos y tecnológicos son logros en beneficio de la Humanidad, siempre que se haga un recto uso de ellos. Las ciencias del espíritu, dependiendo de cual sea su doctrina, hacen que sirvan al hombre o sean un carcoma que lo corroa. Al final, siempre ocurrió y sucederá, es el hombre quien sigue los planes de la Creación o se aparta de ellos. Unos cuantos son los que deciden, para lo bueno o para lo malo, y el resto goza o sufre las consecuencias. Así es la vida, no hay nada nuevo bajo el sol.
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