Hoy, Jueves Santo, es el día del amor fraterno. Antes de la cena de Jesús con sus discípulos, en la que instituyó la Eucaristía, les lavó los pies como muestra de humildad y servicio, y les exhortó: amaros los unos a los otros como yo os he amado. Los diez mandamientos de la Ley de Dios se resumen en " amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo".
Como se recoge en Juan 4:20, " Si alguno dice: yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto,¿ cómo puede amar a Dios a quien no ha visto". Y es que sin un amor auténticamente vivido y practicado hacia los demás- el prójimo- empezando por el círculo más cercano, no es posible amar a Dios.
Es un reto difícil de cumplir, para el que se requiere heroico desprendimiento caritativo. No se puede improvisar ni actuar a impulsos, sino que se precisa de un abandono a los planes que Dios diseñó para la Humanidad. Sólo muy pocos consiguen aproximarse a ese ideal evangélico. El resto vamos dando bandazos, intentando justificarnos con engañosos pretextos cuando la conciencia nos martillea. El reconocimiento interior del desamor practicado es el primer paso para, viendo en el prójimo a un hermano, poder llegar a amar al Dios inaccesible a nuestros ojos.
El egoísmo y la falta de AMOR son la causa de los males que afligen al mundo. " Donde haya odio, ponga yo amor" reza la plegaria seráfica. Ella y la llamada de Jesús al amor fraterno, debería guiar el paso por la vida; pero somos demasiado duros de corazón. Así nos va: sin paz con nosotros mismos ni con los demás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario