No hay que darle más vueltas. Detrás de la pretendida expropiación de la Catedral de Córdoba- antigua Mezquita-, auspiciada por la izquierda más intolerante y anticlerical, con las simpatías de la Junta de Andalucía gobernada por socialistas y comunistas, no hay ningún deseo de mejorar la gestión, a todas luces imposible, que viene haciendo la propietaria del inmueble: la Iglesia.
Además de ser centro reservado para el culto católico- cosa que les escuece por genética ideológica-, está declarada como Patrimonio de la Humanidad y, como tal, la Iglesia lo conserva, protege y da a conocer, administrando ejemplar y eficientemente los recursos dedicados a ello y los ingresos que obtiene. Esto último ya no es que escueza, que también pica lo suyo, sino que difiere totalmente de la malversación y fraude que durante años se han cometido, propiciado y encubierto en las tierras andaluzas, impensables sin la acción directa y tolerancia de muchos de sus gobernantes y las complicidades cautivas de diverso tipo.
De ahí que con el recurso demagógico de que la Catedral-Mezquita es del pueblo, se quiera arrebatar la propiedad y la gestión a la Iglesia Católica. El caso es crear problemas donde no los hay y extender el totalitarismo controlador. ¡ Menuda panda ! Dicho sea desde la repulsa a sus torcidas intenciones, pero con conmiseración.
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