Entre los casos de divorcio y separaciones, con frecuencia son noticia los que se dan, en elevado número, entre parejas de elevado estatus social, económico, de relevancia pública y las que ocupan las páginas del rosado papel cuché. Los que afectan a las clases envueltas en papel de estraza, incluso a las de plata sin notoriedad, sólo trasciende entre los del círculo de allegados y conocidos, y a nadie más importan.
Es llamativa la creciente realidad de amores perdidos en quienes ocupan puestos prestigiosos de la alta política, en los que la erótica del poder no impide, en ocasiones, que el eros se satisfaga por derroteros con los que no se adquirió compromiso, y que la parte defraudada y falta de asistencia dé el portazo, ya sea por la infidelidad en sí o que, por no ser atendida, se haya embarcado en otra nave.
Lo propio podría decirse respecto al poderío económico, ya que también existe la erótica de los negocios y la de acumulación de más riqueza. El factor determinante de la seducción en ambos casos, con independencia de quien la inicie o provoque, es la fascinación que ejerce el poder, el dinero y la influencia de quienes lo tienen, que con el tiempo suelen coincidir. Como en todo, no se puede generalizar. Otras circunstancias pueden desencadenar, y de hecho ocurre, el quebranto del vínculo del amor, como sucede en el resto de matrimonios y parejas del común, que lo sufren.
La llama que alimenta el proyecto amoroso de una vida compartida merece ser alimentada día a día para que no se extinga. No es una cosa de uno, sino de dos. Así se comprometieron al iniciar la andadura, y en ese caminar a veces se cruzan obstáculos insalvables o que no se quieren sortear. Mejor parece que los eluden esa mayoría que no se ve tocadas por las diversas clases de las eróticas mieles del poder en abstracto. Les son ajenas, y probablemente nunca las saborearán.
No hay comentarios:
Publicar un comentario