A muchos cumplidores con Hacienda les asalta con frecuencia el interrogante de por qué tienen que seguir haciéndolo escrupulosamente, cuando parte de lo que pagan se destina a engordar los recursos de los individuos, partidos y organizaciones que, por ejemplo, tratan de socavar la unidad de España, desterrar o reducir a la mínima expresión la enseñanza y el uso del castellano y, en suma, atentar contra las esencias constitucionales y el ser de España..( Hay otras razones para cuestionar la voraz carga fiscal- inasumible gasto autonómico, despilfarros, duplicidades y burocracias ineficaces en la Administración, prebendas escandalosas y un largo etcétera, subsistentes todas ellas-, pero no son objeto de este comentario).
Pese a la cuestión sobrevenida por los motivos expuestos al inicio, los cumplidores siguen pagando religiosamente sus impuestos; más por temor y prevención que por convencimiento cívico. Hacienda, al igual que la parca, se presenta sin avisar y no perdona ningún pecadillo de omisión, aunque sea por no cooperar con los enemigos de la Nación, sus símbolos y señas de identidad. O sea, no queda más remedio que tragar; lo que no obsta para alzar la voz y exigir que se cierre de una vez el grifo ayuno de vergüenza, porque desde hace años se ha venido destinando a regar la traición y la deslealtad.
Sacrificios por España, solidaridad recíproca entre sus regiones en términos de equidad y ayuda a las personas necesitadas, todo cuanto haga falta. Trágalas y contemplaciones con la antiEspaña, ni una más.
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