jueves, 22 de junio de 2017

LOS CIPRESES

Los cipreses son altos, austeros, resistentes y aromáticos. Anclados en la tierra se elevan hacia el cielo. Su contemplación invita a la reflexión y al silencio. Transmiten quietud; son los guardianes de los que yacen en torno a ellos y testigos mudos de los que se acercan a los cementarios para rezar y recordar a los que ya se fueron. Erguidos en claustros monacales, casas solariegas o de labranza, campos y montes, se presentan con una discreta majestuosidad silente e imperturbable.

Se prodigan en las tierras mediterráneas; en ese mar cuyas entrañas son fosa de miles de personas que pretenden cruzarlo para huir de la miseria y el terror, pereciendo en el intento sin llegar a las las orillas de acogida y refugio. Los cipreses no brotan ni se alzan en las aguas marinas; pero desde tierra firma se estremecen ante tales dramas humanos, exudan su dolor y claman al cielo ante esas tragedias que otean desde la lontananza.

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