Cuando se queda con una persona a una hora y en lugar determinado hay que acudir a la cita y ser puntual. Cuando por algún imprevisto no se puede, procede anular el encuentro, concertarlo para otro momento o anunciar un ligero retraso. La impuntualidad es una falta de respeto al otro, que solo se acepta y está consolidada en la mujer que se presenta con demora en el sitio donde va fomalizarse su enlace matrimonial.
Lo malo es cuando él “ da la espantá” y deja a la novia “ compuesta y sin novio, aunque también puede ocurrir al revés. La renuncia a la unión conyugal en el último momento no conlleva, que se sepa , la devolución de los obsequios recibidos en metálico o en especie, ni el criterio del posterior reparto de aquéllos, si es que se hace, entre la pareja. Cabe presumir que después del plantón, y como “ el horno no debe estar para bollos “, se dejará enfriar el suceso inesperado, para, pasado el tiempo, consensuar qué hacer, en el caso de que subsista algún canal de comunicación.
Afortunadamente, tales situaciones son excepcionales, quedando en la memoria de lo anecdótico. No ocurre lo mismo con las uniones de connivencias políticas( los extraños compañeros de cama, al decir de Pío Cabanillas), en las que prima la oportunidad del momento o cortoplacista. Las prebendas y regalías no se devuelven, se comparten e intercambian. En política, no suele darse voluntariamente la “ espantá “, y se es puntual ante la cita con el mandamás.
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