viernes, 23 de noviembre de 2018

DESCORTESÍA PARLAMENTARIA

Se han visto debates parlamentarios en algunos países del extranjero que han acabado a golpes. Aquí aún no se ha llegado a tal extremo en los tiempos que corren, pero podrían acabar de la misma guisa, ya que no siempre  “ de la palabra al hecho hay mucho trecho “. Y es que va siendo corriente lo que no debería producirse: la inobservancia por parte de algunos-bastantes- de la cortesía parlamentaria y de las formas educadas, tanto verbales como gestuales. No se ponen ejemplos -  “ para gustos, colores “-. Baste sólo la última “ actuación “ del que hace honor a su apellido, Rufián, que fue expulsado de la Cámara, así como el supuesto y polémico  escupitajo  de su compañero y comilitante de la izquierda republicana catalana Jordi Salvador contra el Ministro de de Asuntos Exteriores, Sr. Borrell.

Si en la sede de la representación popular- el Parlamento – se suceden tales situaciones, poco o nada edificantes, no es de extrañar que la agresividad y la confrontación desproporcionada se trasladen a una parte del resto de la sociedad.

Lejos queda el ingenio del líder de la derecha en la II República Gil Robles, quien en 1934 respondió con gracia y finura al diputado de la oposición, quien a viva voz le espetó: “ Su Señoria es de los que todavía llevan calzoncillos de seda “. “ No sabía que su esposa fuera tan indiscreta “ le  contestó. O la respuesta irónica y mordaz que Winston Churchill dirigió a Lady Astor en la Cámara de los Comunes, en la que ambos ocupaban escaño, cuando la citada le dijo : “ Si Vd. fuera mi marido le echaría veneno en el te “, “ Señora, si Vd. fuera mi esposa, me lo bebería “.

En fin, son preocupantes los casos de descortesía, zafiedad y grosería que algunos escenifican en el Parlamento. Quienes no los protagonizan se indignan y avergüenzan, y el común sensato se escandaliza. De un modo u otro habría que poner coto a tales excesos. La legítima discrepancia no debe estar reñida con la debida educación, aunque para los más recalcitrantes es como “ pedir peras al olmo “.

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