El Gobierno, respaldado por las izquierdas y los nacionalistas, sigue empecinado en exhumar los restos de Franco del Valle de los Caídos y evitar que se trasladen a la cripta de la catedral de la Almudena, lugar en el que la familia del difunto tiene una tumba en propiedad. Al propio tiempo pretende que en el sitio, en donde se inhume nuevamente el cuerpo momificado, no se produzcan actos de exaltación de la figura del general, con la amenaza de sanción o clausura si así sucediera.
Continuamente vemos cómo se exalta y rinden dedicatorias a los asesinos y chequistas del frente popular como ” luchadores por la libertad y la democracia ”, y no se reconoce que la ingobernabilidad durante la 2ª República, plagada violencias y atrocidades, además de la revolución en Asturias- preludio de la guerra civil-hicieron inevitable el alzamiento militar que desembocó en la contienda fratricida. Franco no se sumó a aquél hasta el asesinato de Calvo Sotelo, perpetrado días antes del 18 de Julio por agentes del Gobierno. Prestigiosos e imparciales historiadores así lo reconocen, aunque ahora se hagan esfuerzos inauditos para reescribir y propagarlo, reavivando lo que hace años estaba olvidado en aras de la concordia y el “ nunca más “.
Con la victoria del bando nacional se evitó la bolchevización y el exterminio del catolicismo en España. El Papa Pío XII distinguió a Franco con el collar de la Orden Suprema de Cristo por los meritorios servicios prestados a la Iglesia. Se estima que durante la 2ª República y la Guerra Civil fueron asesinadas unas 10.000 o más personas por sus creencias cristianas. La Iglesia ha reconocido hasta el momento el martirio de 1901. Hoy han sido beatificados 16 mártires en la Basílica de la Sagrada Familia de Barcelona. La elevación a los altares continuará. Y la hostilidad gubernamental contra la Iglesia, explicitada en formas y obstáculos diferentes, es persistente, sectaria e irracional.
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