El carácter español, impregnado por tantas culturas diferentes que aquí se asentaron por mayor o menor tiempo, tiene rasgos y singularidades propias. Pasa de la alegría- el tópico de país de “ pachanga y pandereta...,” según Antonio Machado, a la tristeza; del optimismo al pesimismo; de rememorar gestas gloriosas de su historia a criticarlas y asumir la leyenda negra; del traje de fiesta al color negro del luto; y se podría seguir con otros ejemplos más. Tal vez todo lo dicho sea repetición de estereotipos acuñados durante años, y habría que admitir que “ ni tanto ni tan calvo “, así como procurar eludir la exaltación excesiva y el negativismo desproporcionado.
Cualquiera que sea nuestra idiosincrasia, lo cierto es que nuestro país es maravilloso, un privilegio de la naturaleza- pese a los problemas económicos, políticos y de orden social, que de vez en cuando se dan -. Vale la pena vivir en él, gozar de sus bondades y sentir como propio cada lugar de sus regiones. La diversidad dentro de la unidad enriquece España. Si acaso nos sobra algo es el aldeanismo excluyente y un individualismo excesivo. Así pues, desterremos la autoflagelación y la crítica por sistema. Que el abrazo fraternal prevalezca sobre la confrontación.
Viene a la memoria el verso que escribió el poeta catalán Joaquín Bartrina:
“ Oyendo hablar un hombre, fácil es
saber donde vio la luz del sol.
Si alaba Inglaterra, será inglés
Si os habla mal de Prusia, es un francés
y si habla mal de España... es español.”
Punto de encuentro en el que confluyen opiniones y reflexiones con el afán de aportar un granito de arena al bien de España, de su unidad y lengua universal, la fraternal concordia, recuperar valores ya en el olvido y reivindicar las raíces cristianas de Occidente. Para ello es preciso tomar postura, aspirar a ser un actualizado CRUZADO cuyas armas sean la palabra, la pluma y ejemplar ciudadanía.
viernes, 30 de noviembre de 2018
HABLANDO DE ESPAÑA
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