Que Pablo Iglesias, vicepresidente segundo del Gobierno,
haya dicho que“ No hay situación de plena normalidad política y
democrática en España cuando los líderes de los dos partidos que gobiernan en
Cataluña, uno está en prisión y el otro en Bruselas
”, revela, aunque ya se sabía, su catadura infame político-moral y
antipatriótica. El que está en prisión, refiriéndose a Oriol Junqueras, que
ahora goza de la libertad prevista para el tercer grado penitenciario, y que
anda dando mítines electorales, fue condenado por sedición, beneficio que
también le ha sido concedido a los restantes condenados por el mismo delito. El
que está en Bruselas, Carles Puigdemont, es un fugitivo de la Justica española,
que huyó para evitar ser detenido por igual motivo.
Si Iglesias hubiera afirmado el supuesto déficit democrático
siendo un simple particular, no hubiera extrañado, ya que sus
desvaíros populistas-comunistas son
consustanciales a él desde edad muy temprana. Pero que lo haya hecho, ocupando
un sillón mullido y generosamente remunerado en el Gobierno de España,
evidencia, una vez más, su absoluta falta de lealtad institucional y no saber,
ni querer, estar a la altura de su cargo.
Sus querencias, nunca disimuladas, están con los
secesionistas y filo-etarras, así como con Venezuela, Cuba y demás países
hispanos que siguen la estela Bolivariana, así como con otros en los que la
democracia brilla por su ausencia. Él, al igual que aquellos por los que tiene
querencia, sí que son una anormalidad política y una rémora para la
democracia.
Su obligación, como miembro destacado del Ejecutivo, es
defender nuestro sistema democrático, reconocido por el prestigioso “ The
Economist “ como uno de los 23 del mundo en los que la democracia es plena, por
encima de muchos países como Estados Unidos, Italia, Portugal y Francia, y no
tirar piedras sobre el tejado que le cobija. Y en aquello que se precise
perfeccionarla más- el mismo medio estima que España ha caído 6 puestos con
respecto a 2019 –, contribuir a ello conforme a los cauces legales establecidos.
Pero esto es como pedir peras al olmo. Iglesias está por la labor contraria; sus
deseos son cuando peor, mejor. Mas ahí sigue, sin ser cesado, lo cual también es
grave, máxime cuando algunos ministros andan a la gresca con él y disienten de
sus planteamientos y maquinaciones viles.
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