Si ya de por sí son innecesariamente temerarias las manifestaciones feministas programadas para el 8-M, cuando el peligro de la pandemia no ha desaparecido, resulta descabellado autorizarlas si los asistentes no superan los 500 y observan las medidas de seguridad durante las mismas, dando por sentado que estos requisitos se cumplirán. Las convocatorias cuentan con el impulso y respaldo de la ministra Irene Montero, cuando ésta y algunos otros miembros del Ejecutivo, empezando por su presidente, si tuvieran un mínimo de conciencia moral y remordimientos por los contagios y muertes provenientes de las realizadas el último 8-M, no se hubieran planteado repetirlas este año, aunque sólo fuera por guardar las apariencias.
Antes del último 8-M ya se sabía que el virus
estaba aquí, así como las calamidades que estaba causando en la cercana Italia,
pero se autorizaron las manifestaciones de ese día pensando en los réditos
políticos izquierdistas y no en la salud pública. Si finalmente se llevan a cabo
las anunciadas ahora, se caerá en la irresponsabilidad de “ sostenella y no
enmendalla “. Los virus no son los únicos malos bichos. Malas bichas “ Haberlas,
haylas “ también, como las meigas.
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