Las procesiones de la Semana Santa no se van a celebrar este año a causa de la pandemia, lo que parece razonable. La misma suspensión recaerá sobre próximos actos cívico-festivos arraigados también en diversas partes de nuestro país, como las Fallas de la Comunidad valenciana, la feria de Abril de Sevilla y otros más. Muchísimo tendrían que remitir los contagios o bien desaparecer, cosa improbable a fecha vista, para que se permitieran tan tradicionales expresiones populares, sean de fervor religioso, demostración cultural, expansión lúdica o una confluencia total o parcial de aquéllas. Pero nada traumático nos pasará por las suspensiones citadas, salvo su incidencia negativa en el empleo, los autónomos, la hostelería, el sector turístico y el industrial, que ya están en caída libre. Con suerte, a finales de año ya se habrá vacunado a toda la población. Suspiramos para que no haya recaídas ni broten nuevos virus. Hemos perdido la cuenta de infectados, hospitalizados y fallecidos, e igualmente nos invade la impotencia y resignación, soportando tantas desdichas como cada uno puede.
Punto de encuentro en el que confluyen opiniones y reflexiones con el afán de aportar un granito de arena al bien de España, de su unidad y lengua universal, la fraternal concordia, recuperar valores ya en el olvido y reivindicar las raíces cristianas de Occidente. Para ello es preciso tomar postura, aspirar a ser un actualizado CRUZADO cuyas armas sean la palabra, la pluma y ejemplar ciudadanía.
martes, 23 de febrero de 2021
TRADICIONES POPULARES Y VÁNDALOS
Por si nos faltaba algo, hay que sufrir las
vandálicas manifestaciones, en las que el Gobierno parece estar más preocupado
en contener a la policía y limitar su capacidad de reacción contundente, para
que no resulten los bárbaros con señales evidentes de los porrazos recibidos en
los intentos de disolverlos y acabar con sus desmanes. La pandemia actual
acabará algún día, pero la guerrilla urbana seguirá, y más si resulta un muerto,
que parece ser lo que buscan aquellos que aterrorizan a la sociedad
pacífica.
La diferencia entre las suspensiones citadas al
inicio y las manifestaciones vandálicas estriba en que aquéllas repercuten en
contra de los sentimientos populares, pero se aceptan, mientras que éstas
últimas conculcan el orden y la paz social, siendo rechazadas por esa grandísima
mayoría que conforma la gente de bien.
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