Hoy se ha consumado lo anunciado y previsto, pese
al contundente informe en contra del Tribunal Supremo. El Gobierno ha concedido
el indulto a los secesionistas catalanes condenados por el “ golpe de Estado “,
aunque podría haberlo denegado. Pero el empecinamiento de Pedro Sánchez, por
mantenerse y continuar en el poder a toda costa, ha prevalecido sobre el
cumplimiento de las penas que les impuso la Justicia Él es el único responsable
de tal ignominia, y cómplices son sus ministros.
La España
constitucional viste de duelo. Pero Pedro reparte sus mercedes, disfrazándolas
de “ magnanimidad “ y otras palabras “ buenistas “, ignorando las voces indignadas por lo que pretendía hacer, así como el
espíritu y los requisitos que presiden la concesión de cualquier indulto. No
hace falta recordar las veces que antes se pronunció en contra de la medida de
gracia a los golpistas, y de que un político indultara a otro político. No tiene
escrúpulos para mentir y desdecirse de sus palabras con los hechos, por cuyo motivo no es creíble y genera
desconfianza generalizada. Cuando se vaya dejará el país, que hace aguas por
todas partes, hecho unos zorros.
Hay que desalojarle de la Moncloa cuando antes se
pueda y democráticamente. En los dos años que quedan de legislatura pueden
resquebrajarse más los cimientos de la Nación, y hay que evitar su derrumbe. Por
ello, el centro y la derecha tienen que dejar de “ tirarse los trastos a la
cabeza “, reencontrarse y olvidar sus diferencias y agravios, con independencia
de “ quién lanzó la primera piedra “. Sólo una mayoría absoluta, conseguida en
unión o sumando los escaños de tales formaciones, posibilitaría el fin del
“sanchismo”, que siempre contará con el apoyo de la extrema izquierda y el
nacional-separatismo con tal de que no triunfen aquéllas.
La mayoría de la gente recela, y con razón, de
los políticos. Quiere eficiencia en la gestión pública y que se atiendan sus
preocupaciones y necesidades. Está bien recordar nuestra historia, con sus
aciertos y errores, pero las glorias imperiales ya pasaron y no volverán.
Importa el presente y el futuro próximo, sin renegar de nuestras raíces. Para
vencer al mal, hay que desechar egoísmos y buscar el bien común. Ardua tarea,
que exige unidad de propósitos y rectas intenciones, plasmadas en hechos
constructivos. Quienes no estén dispuestos a ello, que se bajen del barco o no
molesten. La navegación tendrá que superar muchos obstáculos antes de llegar al
puerto de destino deseado.
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