Tiempo de la siega;
hoz, sombrero,
fiambrera y botijo.
Campos de cereales,
llanuras doradas,
eras para trillar,
lechos de pasiones.
¿ Calores ? Los de antaño,
dicen los viejos lugareños.
¿ Sacrificios ? Los de antes.
Manos encallecidas,
estrías en la piel,
sudores salados.
La mecanizada técnica,
sustituye la mano de obra;
el ruido de sus motores
rompe el silencio campestre.
A lo lejos, un cazador, con
escopeta al hombro,
agudiza la vista,
quiere cobrar unas piezas
de conejos huidizos.
Ya no se ponen velas a Santa Bárbara,
ni se invoca su nombre,
para que proteja a los hombres
de rayos, tormentas y granizos,
destructores que arruinan las
cosechas.
Tiempos idos por la modernidad,
añoranza de los pasados,
testigos de hombres austeros y
recios.
Sin vosotros no sería el hoy,
el mañana es incierto.
Una oscura buhardilla guarda
la hoz, la fiambrera,
el sombrero y el botijo.
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