Parece arriesgada la decisión gubernamental de
permitir ir o estar sin la mascarilla puesta en los espacios al aire libre,
siempre que se guarde la distancia de 1,5 metros en los mismos, con otras
personas que no sean convivientes, máximo si se tienen en cuenta los repuntes de
los contagios por el Covid-19, que son ligeros, pero marcan una tendencia al
alza, la aparición de la nueva cepa india, y que no se han alcanzado todavía los
niveles de vacunación deseables. La mayor parte de los epidemiólogos y expertos
en salud pública opinan que debería haberse retrasado dicha medida, a la espera
de ver cómo evoluciona la pandemia y el incremento de la vacunación, lo que
induce a sospechar que la liberación citada sobre el uso de la mascarilla no
obedece a una motivación científica, sino política, expresándolo así bastantes
medios y comentaristas.
Bastante gente tiene decidido seguir con las
mascarilla puesta cuando camine por la calle, dada la dificultad de guardar la
distancia establecida con otros transeúntes; incluso personas que han sido
vacunadas, ya que la vacunación no garantiza al 100% la inmunidad. Si,
además, se tienen en cuenta que el virus está afectando también a una parte de
la juventud, y el comportamiento irresponsable de otra, aunque minoritaria, no
es para “ echar las campanas al vuelo “, ni para vender alegremente, como ha
hecho la ministra de Sanidad, que la sonrisa sustituya a la
mascarilla.
En cualquier caso, ojalá que el Gobierno haya
acertado con la decisión mentada, se incremente todo lo posible el ritmo de
vacunación y alcance, como mínimo, al 70 % de la población. Mientras tanto,
sigan cuidándose. Por otra parte, ha entrado en vigor la ley de la eutanasia, apostemos por
los cuidados paliativos y la vida. Ésta sí merece vivirla y sonreírla .
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