La leyenda negra sobre España, consecuente al 
Descubrimiento de América, ha ido calando entre bastantes españoles y muchos 
hispano-americanos, siendo una pérdida de tiempo intentar desmontarla ante los 
que la fomentan y los que, creyéndosela, la repiten como papagayos. No aceptan 
la realidad, con sus muchísimas más luces que sombras, ni tienen en cuenta los 
usos de las conquistas en aquella época, como tampoco los estudios rigurosos e 
imparciales de los historiadores españoles y extranjeros, incluidos los del 
Nuevo Mundo, descubierto por Cristóbal Colón el 12-10-1492 con el respaldo y 
apoyo de la Corona de Castilla.
Unos por ignorancia y otros por mala fe política, 
no reconocen o relativizan la magna e inédita obra cultural, misionera, de 
mestizaje y las leyes dictadas en favor de los indígenas, a los que había de 
tratar dignamente, en plan de igualdad, como personas e hijos del mismo Dios, y 
castigando a los colonizadores que se saltaran dichas normas. Pero la empresa 
emprendida dejó allí la impronta encomendada: las misiones, construcciones y el 
levantamiento de ciudades, las primeras universidades, la biblia traducida a la 
lengua nativa, las vacunas, los hospitales y otros avances médicos, así como 
todo un legado civilizado que fue aumentando con el paso de años y siglos, y que 
solo el posterior surgir de los gobiernos populistas de allí y los políticos 
homólogos de aquí tratan de empañar. Es innecesario recordar la discriminación y 
exterminio de los nativos que hicieron otros colonizadores posteriores en 
Norteamérica, como los anglosajones y holandeses.
Colón, al desembarcar, creyó erróneamente al 
principio que había llegado a Japón, a las islas de las especies. Pero ello no 
resta mérito y grandeza a la hazaña sin parangón de España. Es imprescindible 
conocer ésta y otras efemérides españolas. Si no entran en los nuevos planes de 
estudio, habrá que enseñarlas en casa o aprenderlas en libros históricos 
solventes.
La leyenda negra proviene de la masonería internacional (ahora la universidad de Stanford ) y siempre la transmiten los que más tienen que callar.
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