Chismorrear está al orden del día.
Se practica sin medida,
sea por indiscreción o malicia.
Es el deporte del correveidile;
juego que no conviene practicar.
Tales parlanchines tienen su
auditorio,
comparten “ confidencias “ y
rumores.
Si se les pregunta por más detalles
y concreciones, replican:“ si yo dijera... “,
o “ no me hagas hablar más “.
A menudo se creen sus deseos y fantasías.
Les apasiona cotillear.
Es conveniente hacerles oídos sordos
y, con algún pretexto, despedirse raudo de ellos.
A la vuelta de la esquina encontrarán
competidores
de su juego, o algún incauto
a quien darle la paliza con sus cuentos.
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