La destrucción de Gaza
y la muerte de palestinos
inocentes, que espanta y duele,
a mano del ejército israelita,
no empece para
condenar
a la terrorista Hamás,
cruel bestia antisemita,
a la que hay que exterminar,
como paso previo para vislumbrar
una remota esperanza de paz.
Hay motivos para desconfiar
de la coexistencia pacífica
entre Israel y un eventual
Estado palestino, empecinado
en echar a Sión al mar.
¡ Tierra Santa, emponzoñada
por el odio y el rencor que
de largo arrastra !
Parece utopía desear que
en ella reine la paz.
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