Cuando el desasosiego te embarga,
no encuentras sentido a las cosas,
el ruido del mundo te abruma,
todo lo ves negro y te parece
perdido,
refúgiate en el silencio y cierra los
ojos;
sé presto al habla, dulce y suave,
que de lo Alto llegará a tu
interior.
Retenla, saborea sus mieles.
Es el maná que alimenta el espíritu.
Reconforta y fortalece la silente
oración.
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