A José Manuel Albares Bueno, Ministro de Exteriores,
no le ponen los diplomáticos en los
altares,
ni le consideran tan bueno como él se
cree.
Goza de pocas simpatías en la
diplomacia;
sus críticos le apodan “ napoleonchu “
por
su baja estatura, tics totalitarios y delirios
imperiales.
Han desconcertado sus palabras de
desagravio
a Méjico, a los “ claroscuros “ de la
historia
compartida con España, y “ al dolor e
injusticia
hacia los pueblos originarios “ de allí;
afirmando que “ justo es reconocerlo y lamentarlo
“.
Con este pronunciamiento, de supuestas
pretensiones
conciliadoras, ha avivado la inventada leyenda
negra sobre la gesta española.
Mejor hubiera estado con la boca cerrada.
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