Pocas personas deben quedar que conocieran en vida y con edad de discernimiento etapas democráticas anteriores al alzamiento militar de 1.936, por lo que para un conocimiento aproximado sobre su funcionamiento y resultados, hay que recurrir a historiadores solventes, hemeroteca y memorias de personajes, aún con el riesgo de matices subjetivos a los que es muy difícil escapar. De los nacidos durante la guerra civil y el franquismo muy pocos supieron de hecho , salvo por vivencias o experiencias en algún país extranjero debidas a causas diferentes, en que consistía un régimen democrático con participación ciudadana, funcionamiento de partidos y sindicatos. En la transición, fallecido Franco, la balanza ciudadana se inclinó, pese a resistencias y desconfianzas iniciales, hacía el plato de la democracia, libertad, libre voluntad popular, participación ciudadana, funcionamiento democrático de partidos, asociación sindical, división de poderes, igualdad ante la Ley,etc..;culminando con la promulgación de la Constitución en vigor.
Las bases y reglas del juego, mediante consenso y respaldo mayoritario en referéndum quedaron asentadas, aunque, vistas desde la perspectiva actual, sobre frágiles alfileres incapaces de resistir a los traicioneros puñales.
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En vez de la ideal democracia soñada estamos ante la partidocracia en la que prima el “aparato” y sus intereses de espaldas al sentir de los afiliados; lo mismo puede decirse de las organizaciones sindicales. El Estado de las Autonomías, convertido en reinos de taifas y alguno claramente secesionista, es permanente sangría de derroche económico, enfrentamientos por agravios comparativos y moneda de cambio para arrancar cesiones del Gobierno Central que, oportunista, mercadea según cambiantes intereses que le aseguren la permanencia en el poder. Sobre el paro, crisis, Justicia, compra de voluntades, iniquidades, despojo y venta del territorio patrio, laicismo beligerante, etc.. no vale la pena seguir ni insistir por ser temas bien conocidos y que no cesan.
Se aceptó el juego democrático de buena fe y con esperanza, sin sospechar que quienes reparten los naipes son tahúres.
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