Eliminar o reducir las barreras orográficas, que imposibilitan o dificultan los desplazamientos humanos, no representa grandes dificultades con las modernas técnicas de ingeniería y construcción. Menos impedimentos hay respecto a las llamadas urbanas, peatonales o arquitectónicas, que afectan a los que tienen alguna clase de discapacidad deambulatoria, y, de hecho, se comprueba que van disminuyendo tales trabas, hay una mayor concienciación sobre el citado problema y se dictan normativas para facilitar los diversos accesos.
Hay otra clase de barreras:las humanas, que residen en el espíritu y distancian a las personas, colectivos y sociedades, convirtiendo al hombre en el lobo del hombre (" Homo homini lupus" ). Están cimentadas en el egoísmo, la insolidaridad, la indiferencia sobre lo que le acaece o puede ocurrirle al otro diferente, que no es yo ni de los míos. Sólo se pueden superar ejercitando la comprensión, el desprendimiento desinteresado y abriendo el corazón al AMOR; en especial respecto a quienes más lo necesitan.
La historia y la actualidad nos enseñan lo perdurable de las barreras humanas, aunque también nos muestran los muchos ejemplos personales y de organizaciones que se implican para minimizarlas. Estos deberían servirnos de reflexión y estímulo para desalojar de nuestro interior esas barreras, que nos envilecen cuando las levantamos individualmente o como sociedad.
El plantearse la problemática puede ser el primer paso para convertirnos, cada cual según sus posibilidades y facultades, en constructores de un mundo mejor. Millones y millones esperan que nos pongamos manos a la obra.
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